jueves, 16 de junio de 2011

La ruta del Son por los caminos del Chan Chan

Si os digo que de Alto Cedro voy para Marcané, llego a Cueto y voy para Mayarí, probablemente no os diga nada.

Pero ¿y si le ponemos un poco de música?



Esta es la propuesta que Paradiso nos ofrece para otro tipo de turismo en Cuba, alejado de playas y hoteles de pulsera donde las muchachas cuentan las bondades de la revolución a cambio de arrugas en las sábanas.

El recorrido comienza en Holguín a bordo de un autobús escolar adornado con banderas cubanas que ondean cuando nos ponemos en marcha. Después de unas cuadras, un giro a la derecha y otro a la izquierda, hacemos nuestra primera parada. Un grupo toca a nuestra llegada y la gente se anima en la calle.





Seguimos la ruta a través de campos, palmeras y pequeños pueblos. Algunas personas conversan en el bus, otras duermen, se refrescan con una cerveza pagada en moneda nacional o pierden su mirada a través de la ventana mientras se despeinan (algo impensable en los acorazados y herméticos buses europeos).

Llegamos a Alto Cedro, donde la gente nos espera impaciente para dar comienzo a la actividad central del día. Un chirrido metálico nos indica que ya llegan los novios (con su tarta), y de ahí, concierto, baile con niñas y niños, y concierto otra vez. No puede faltar el Chan Chan, con el que la gente se pone a bailar.






Dejamos Alto Cedro bajo un sol de justicia para dirigirnos a la antigua azucarera Loynaz Hechavarría (aún en funcionamiento). A simple vista todo es igual. Es cuestión de acercarnos al patio en el que la gente se congrega para empezar a notar las diferencias. La música, los colores, los bailes son más afrocaribeños, según me explican, con influencia de Haití.

Una detallada función donde se representa la vuelta a la vida de una persona muerta, un ritual con ofrendas y demostraciones de lo que esa nueva persona es capaz de hacer gracias a la posesión de su cuerpo (sujetar una pesada mesa con la boca, caminar sobre vidrio, soportar cortes de machetes sin inmutarse, etc.). Ritmos repetitivos, algún que otro ¡ay! por parte del público y admiración, mucha admiración.

Terminada la función aplausos, alivio al ver que el poseído posa sonriente para las fotos y pies rotos.









El hambre se hace presente a estas alturas y siguiendo la canción nos dirigimos a Cueto. Algunas de nosotras pedimos a la guía una 'parada técnica', y es que por mucho calor que haga la cerveza no perdona. Y como siempre, todo se soluciona con una cuadra a la izquierda y otra a la derecha. ¿No hay baños? Pues nos metemos al cine, que allí sí hay. Sin agua, sin papel, sin puertas y con algún póster descolorido del Festival de Cine Pobre, pero baño al fin y al cabo.


Después de degustar un trozo de carne con arroz y frejoles cobijados bajo alguna sombra, tomamos rumbo a Mayarí, punto final del recorrido. Visitamos el pequeño (y a la vez grande) Museo del Son y vamos a la plaza, donde una orquesta ameniza la tarde a ritmo de salsa.

Cansados pero sonrientes sólo podemos agradecer el haber participado en esta experiencia tan especial y recomendable. Turismo cultural lo llaman. Tomad nota cuando vayáis a Cuba.


No hay comentarios:

Publicar un comentario